Qué gran alegría poder compartir nuestro tiempo con niñas o niños pequeños.
Su estado de ánimo y sus sentimientos casi siempre resultan contagiosos.
Verles sonreír, hablar y cantar mientras se mueven nos alegra el rato.
Cuánta energía derrochada solo en correr y jugar.
Repetir y repetir una misma actividad simplemente por disfrutar.
Escuchar sus preguntas, captar sus diálogos, y poder participar
¡La vida a los dos o tres años es vibrante y divertida!